Santiago El Mayor

«Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir». Él les dijo: « ¿Qué quieren de mí?» Respondieron: «Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando estés en tu gloría». Jesús les dijo: «Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo estoy bebiendo o ser bautizados como yo soy bautizado?» Ellos contestaron: «Sí, podemos»».(Mc 10, 35-39)

 

Perfil Biográfico

Santiago, llamado el Mayor era hijo de Zebedeo y Sa­lomé y hermano mayor de San Juan Evangelista. De familia acomodada, su padre poseía una barca y varios obreros a que trabajaban para él, Santiago conoció a Jesús por su hermano Juan y pronto se convirtió en uno de los favoritos de éste, hasta el punto de que con Juan y Pedro, asistió a la transfiguración del Señor.

Santiago fue el primero de los apóstoles que derramó su sangre por Jesucristo, según los Hechos, 12, 1-2, al decir: » Por aquel tiempo, el rey Heredes echó mano a algunos de la iglesia para matarlos. Hizo morir a Santia­go a espada, el hermano de Juan y al ver que esto le gustaba a los judíos, llegó también a prender a Pedro».

Su calificativo de hijo del trueno se lo puso el Maestro, cuando con su hermano Juan, le pidió que se hiciese bajar fuego del cielo para quemar a los Samaritanos que negaron albergue a Jesús, cuando iban a Jerusalén.

Con respecto a este hecho, cuenta una leyenda que su denunciador, después de quedar verda­deramente asombrado por la fortaleza de Santiago para confesar su fe y morir por ella, cuando iba camino del martirio, se fue hacia él solicitándole perdón. Santiago respondió dándole el be­so de la paz. Lo que le llevó a ser condenado a muerte y sufrir el suplicio junto al apóstol.

Según la tradición fue enviado a predicar a la península por Pedro a causa de una inspiración que éste recibió del Espíritu Santo. El cuerpo del discípulo de Jesús, fue llevado por sus segui­dores a Galicia y enterrado en un lugar llamado Liberodunum, donde levantaron un mausoleo, cuya existencia fue conocida por dos cristianos españoles. Posteriormente debido a las múlti­ples persecuciones que sufrió la iglesia, se olvidó el lugar donde se inhumó el cuerpo del santo, y se encontró en tiempo del rey Alfonso «El Casto» que, en memoria del descubrimiento, llamó al lugar del Campus Stelle o Compostela.

Tras las represalias de las tropas francesas su cuerpo fue nuevamente escondido en Composte­la, el 1/11/1884, el Papa León XIII, en su Bula Deus Omnipotens, confirmó la autenticidad de las reliquias del Santo y de los discípulos enterrados en la misma tumba, Anastasio y Teodoro.

En la edad Media, la ciencia consideraba una piedra preciosa como símbolo del nombre de cada uno de los apóstoles; en el caso de Santiago, la piedra es la Calcedonia, cuyo color es el rojo.

Santiago el Mayor fue, por tanto, el primero de los apóstoles que predicó la fe cristiana en España, fundó iglesias y bautizó a nuevos cristianos.

La iglesia celebra su festividad el 25 de Julio.

Imagen en el paso

Santiago el Mayor, el último en la mesa, se sitúa frente a Judas Iscariote, y muestra su carácter de Bonaerges, el Hijo del Trueno, al increpar con la mirada y con el airado gesto de su mano alzada al traidor que se marcha. Viste túnica de sarga en azul pavo y se identi­fica mediante cruz santiaguista bordada en su mantolín de sarga con rayas verticales.

Proceso de Restauración

La talla de Santiago Apóstol (realizada por Enrique Galarza en torno a 1950), presentaba problemas estructurales tales como grietas (la mayor en la unión de piernas y torso, que ponía en peligro la integridad y estabilidad de la escultura), puntillas y ataques de insectos xilófagos por todo el cuerpo. Además se observaba un repinte generalizado de toda la en­carnadura, con un tono oscuro, que alteraba la apariencia original de la escultura.

La intervención consistió en la realización de un nuevo cuerpo en madera de cedro, más naturalista y con un giro en el torso que permitiera al apóstol interactuar con la figura de Judas, al que intenta detener en su marcha. En la cabeza y manos de la imagen se retiraron varios repintes (uno superficial de esmalte sintético superpuesto a otro al óleo) recuperan­do la policromía original, de tono más nacarado. Además se subsanaron las grietas y reinte­graron cromáticamente las lagunas de la capa pictórica, protegiendo la talla con barniz.

En los pies, se retiraron las numerosas puntillas, se ensamblaron correctamente las diver­sas piezas, policromando las nuevas piernas y los antiguos pies con un tono similar al de cabeza y manos.

Juan Luís Aquino Pérez

Reseña Evangélica

Su Llamamiento «Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando las redes, y los llamó tam­bién. Ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron. (Mt 4,18-22).

«Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Jacobo y Juan, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos» (Me 9:2-8) «Vinieron, pues, a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro. Y tomó a Pedro, Santia­go y Juan y comenzó a entristecerse y angustiarse» (Me 14:32-42^ 26.36-46; Le 22.39-46).

Testigo de la aparición a orillas del lago de Tiberíades y la pesca milagrosa. «Después de esto, Jesús se manifestó a sus discípulos junto al mar de Tiberíades de esta manera: Esta­ban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, Santiago y Juan, y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pes­caron nada. Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús. Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No. Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar por la gran cantidad de peces. Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó quien era, se ciñó la ropa (se había des­pojado de ella), y se echó al mar. Y los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red de peces, pues no distaban de tierra sino como doscientos codos. (Jn 21:1-8)