San Pedro

«Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro contestó: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le replicó: «Feliz eres, Simón, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos. Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edi­ficaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer» (Mí 16,15-18)

Perfil Biográfico

Lo único que sabemos de su vida antes de su conver­sión es que nació en Betsaida, junto al lago de Tiberíades y se trasladó a Cafarnaum, donde junto con Juan y Santiago, los hijos de Zebedeo, se dedicaba a la pesca. Existe evidencia para suponer que Andrés (hermano de Pedro) y posiblemente Pedro fueron seguidores de Juan el Bautista, por lo que se habrían preparado para recibir al Mesías en sus corazones.

Nuestro primer encuentro con Pedro es a principios del ministerio de Jesús. Mientras Jesús caminaba por la orilla del lago de Galilea, vio a dos hermanos, Simón Pedro y Andrés, echar la red al agua. Los llamó diciendo «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». Inmediatamente abandonaron sus redes y lo siguieron. El nombre de Pedro era Simón, y Jesús se lo cambió por Cefas o «piedra», sobre la cual se edifica la Iglesia.

Entre todos los episodios en los que Pedro aparece representado, indudablemente ha pre­valecido aquel en el que Jesús le promete «las llaves del Reino de los cielos» (Mt. 16,19). Tanto es así, que a San Pedro se lo identifica, popularmente, por un par de llaves, que son su atributo característico e inconfundible.

Por su sinceridad, Pedro tuvo muchos conflictos con las autoridades judías y hasta dos ve­ces lo mandaron arrestar. Fue milagrosamente desencadenado y librado de la prisión, lo que impresionó a los demás Apóstoles al llegar repentinamente donde ellos moraban.

Pedro después predicó en los puertos marítimos de Joppa y Lydda, donde conoció hom­bres de diferentes razas, y en Cesárea, donde se convirtió el primer gentil, Cornelio.

Fue obispo de Antioquia y después pasó a ser obispo de Roma, donde fue martirizado du­rante el reinado de Nerón, alrededor del año 67, el mismo año que San Pablo. Así lo esti­man tres Padres de la Iglesia: San Irineo, San Clemente de Alejandría y Tertuliano.

San Pedro murió crucificado. El no se consideraba digno de morir en la forma de su Señor, y por esos lo crucificaron con la cabeza hacia abajo. El lugar exacto de su crucifixión fue guardado por la tradición. Muy cerca del circo de Nerón, los cristianos enterraron a Pedro.

Fue sepultado en lo que hoy es el Vaticano, donde aún se encuentran sus restos bajo el al­tar mayor de la basílica de San Pedro. Esto ha sido comprobado por los restos arqueológi­cos encontrados y anunciado por Pío XII al concluir el año santo de 1.950. La festividad de San Pedro se celebra el 29 de Junio.

Imagen en el paso

San Pedro, sedente y con mirada arrobada, es representado como un varón de cierta edad, cal­vo y de rostro adusto, que se sitúa a la derecha de Cristo y lo mira entusiasmado mientras el Se­ñor consagra el pan. Las llaves del cielo pendientes de su cíngulo, lo identifican como atributo.

Proceso de Restauración

La imagen de San Pedro, al igual que el resto del apostolado, pre­sentaba diversos problemas tanto estructurales como superficia­les. Entre las deficiencias estructurales de la talla se observaban numerosas grietas, por todo el cuerpo, rostro y pies, la más pre­ocupante de todas en la unión de las piernas y el torso, la cual se había intentado solucionar clavando varias puntillas de gran tama­ño. Repartidas por el cuerpo, y sobre todo por los pies, también se encontraron numerosos elementos metálicos que intentaban solu­cionar las grietas y fracturas. Se apreciaban ataques de xilófagos por todo el cuerpo. Entre las deficiencias superficiales encontra­mos repintes que alteraban la apariencia original de la escultura.

La intervención consistió en la realización de un nuevo cuerpo en madera de cedro, más anatomizado y con giro en el torso que le permitiera mirar directamente al Cristo del Amor. En la cabeza y manos de la imagen se retiraron dos capas de repintes (la primera al óleo y la segunda de esmalte sintético) recuperando la policromía original, mucho más clara. Además se subsanaron las grietas y reintegraron cromáticamente las lagunas de la capa pictórica, protegiendo todo el conjunto con barniz. En los pies, se retiraron las numerosas puntillas, se ensamblaron correctamente las diversas piezas, policromando las nuevas pier­nas y los antiguos pies en un tono similar al de cabeza y manos.

Juan Luis Aquino Pérez

Reseña Evangélica                                

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Pedro contestó: «Tú eres el Cristo.»» (Marcos 8,29).

Pedro habla en nombre de los demás Apóstoles (Mateo 15,15/ Mateo 19,27/ Lucas 12,41)

Negó a su maestro pero su humildad lo libró de la desesperación. «Pedro estaba sentado fuera en el patio, y una sirvienta se le acercó y dijo: Tú también estabas con Jesús el galileo. Pero él lo negó delante de todos ellos, diciendo: No sé de qué hablas. Cuando salió al por­tal, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí: Este estaba con Jesús el nazareno. Y otra vez él lo negó con juramento: ¡Yo no conozco a ese hombre! Y un poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: Seguro que tú también eres uno de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre. Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: ¡Yo no conozco a ese hombre! Y al instante un gallo cantó. Y Pedro se acordó de lo que Jesús había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amar­gamente. (Mateo 26,6g-75/ Marcos 14,66-72/ Lucas 22,54-62/Juan 18,25-27).

Triple profesión de fe y amor en su Maestro y Cristo lo confirma entonces como líder de su Iglesia: «Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Joñas, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo.