Santo Tomás

«Entonces Jesús les dijo claramente: «Lázaro ha muerto, pero yo me alegro por ustedes de no haber estado allá, pues así ustedes creerán. Vamos a verlo». Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él». (Jn 11,14-16)

Perfil Biográfico

Tomás nació en Galilea y era hijo de pescadores, al igual de otros que fueron discípulos de Jesús. También fue conocido como Dídimo, Juan 11-16, vocablo proce­dente del griego quiere decir gemelo.

Cabe destacar que en la Edad Media, la ciencia conside­raba una piedra preciosa como símbolo del nombre de cada uno de los apóstoles; en el caso de Tomás, la piedra es el Barilo, cuyo color es el blanco.

Puede resultar paradójico que un apóstol de Jesús sea recordado especialmente por su «incredulidad». Pero eso es lo que ocurre con Tomás, protagonista del céle­bre episodio -referido por San Juan- que comenzó en la tarde misma de la resurrección de Jesús y tuvo su coro­nación el domingo siguiente (cfr. Jn 20,19-29).

Este episodio ha sido abundantemente representado en la iconografía del apóstol, y el tex­to evangélico es proclamado cada año en el domingo que sigue a la fiesta de Pascua .

Fuera de estas menciones, y de su aparición en las listas de los apóstoles de los sinópticos y de los Hechos, ninguna otra referencia a Tomás aparece en la Escritura. La literatura apócri­fa, por su parte, recoge muchas tradiciones acerca del apóstol, algunas de las cuales influ­yen decididamente en su representación iconográfica.

Su culto existe en la india desde los primeros siglos, y el sitio de su martirio (Calamina, hoy Mailapur o Mylapor, cerca de Madrás), es venerado desde entonces – si bien la tradi­ción señala que los restos de Tomás fueron trasladados a Edesa en el 394. Murió, según la tradición, atravesado por una lanza, que constituye otro de sus atributos iconográficos.

En los primeros siglos de la era cristiana circularon varios escritos atribuidos al apóstol Tomás. El más importante de todos ellos es sin duda el Evangelio de Tomás, apócrifo des­cubierto en 1945 en Nag Hammadi. Si bien el ejemplar conservado pertenece a la primera mitad del siglo IV, muchos estudiosos consideran que la obra en sí es mucho más antigua.

Se trata de un conjunto de 114 dichos de Jesús, sin material narrativo, producto de sus con­versaciones con los discípulos. El evangelio de Tomás hace especial hincapié en que el Reino de Dios está dentro de nosotros

Su festividad, la celebra la Iglesia Católica el día 3 de julio.

Imagen en el paso

Santo Tomás, de pie, permanece ensimismado, mostrando en su enjuto rostro una expre­sión casi dubitativa, que asiste al sagrado momento sin mirar directamente al propio Cristo, un poco apartado del grupo y aislado en sus pensamientos.

Proceso de Restauración

La imagen de Santo Tomás presentaba problemas estructurales tales como grietas y ata­ques de insectos xilófagos por todo el cuerpo y, al igual que en el resto del apostolado, las articulaciones de los brazos estaban inservibles, por lo que debían ser aseguradas con alda­billas, vendas y esparadrapo. Además se observaba un repinte generalizado de toda la en­carnadura, con un tono oscuro, que alteraba la apariencia original de la talla. Como dato anecdótico, en la base del cajillo del busto, apareció tallada la palabra «Simón», nombre que adjudicó el escultor a la imagen.

A partir de este deteriorado estado inicial, la intervención ha consistido en la realización de un nuevo cuerpo en madera de cedro, en posición erguida, recuperando de este mo­do la disposición original del misterio proce­sional.

Para dar fortaleza a la escultura, los pies debían ser nuevos, formando una única pieza con la peana y el resto del cuerpo. Se reti­raron dos capas de repintes para recuperar la policromía original de cabeza y manos, devolviendo el aspecto que Enrique Galarza concibiera.

Juan Luís Aquíno Pérez

Reseña Evangélica

Aparece en la lista de los apóstoles (Mateo 10,3 / Marcos 3,18 / Lucas 6,15).

Durante la Última Cena Jesús dice a sus discípulos que conocen el camino al lugar a donde él va a ir. Tomás, sin embargo, pregunta: «Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?» (Juan 14:5). Jesús replica que él es el camino, la verdad y la vida.

Incredulidad de Tomás: Aunque a Tomás se le anuncia la resurrección de Jesús, se niega a admitirla y Jesús le recrimina haber necesitado ver para creer.

«Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creeré.» Ocho días después, Tomás toca con sus propias manos las heridas de Jesús en las manos y en su costado». (Juan 20,24-29).